18 de abril de 2012

Muerte de marzo

"¿Qué es un fantasma?, preguntó Stephen. Un hombre que se ha desvanecido hasta ser impalpable, por muerte, por ausencia, por cambio de costumbre". James Joyce-  Ulises.


Te lloró como a un muerto. Como al primero. El más difícil.  

Trató de hacer una maleta decente: a la basura un par de recuerdos, los más amargos; a la valija los valiosos momentos de admiración. Guardó en el bolsillo más pequeño las últimas palabras, las más sinceras y dolorosas. Le dio la cara al silencio. Se fue.

Te lloró como a un muerto. Ni ataúdes ni velorios: un viaje interior lleno de desconsuelo. Un viaje de caídas, de sabores agrios, de tormentas. Te lloró como a un muerto. Con furia y ruido. Con la conciencia de una porcelana rota e irreparable, de una mancha de tinta indeleble en el tendido, de los ojos de la muerte.

Tuvo ese mismo intolerable dolor en el corazón del que habló Clarice Lispector en algún cuento: el de sobrevivir a un ser adorado. Te escribió y escribió como Caicedo: “No te vayas, no te vayas, no te vayas...”. La misma obsesión. Gritó con el corazón en la mano: ¡Te declaro muerto. Muerto para siempre. Para nunca!”.

Te lloró con la misma fuerza que se llora al suicida.

Dos semanas. Catorce días. Después de llorar, gritar y aborrecer a un muerto, vuelve el cariño. Uno más sincero. Uno menos obsesivo. Regresó.

Y entonces y por fin, cuenta ella, te sembró en un rincón del corazón. 

Cerezo en Flor.

By The White Deer.

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