11 de mayo de 2011

Sin noche, sin descanso

Eran las 9:00 de la noche cuando me disponía a dormir. Un silencio recorría mi alma, puse mi cabeza en la almohada y de pronto escuché el tic tac que venía del reloj de la sala. No es común que lo escuche pero aquel día no podía ignorarlo y cada vez se hacía mas fuerte; trataba de dormir pero ese maldito tic tac no me dejaba, era tan molesto que me causaba desesperación.
Después de treinta minutos logré olvidar el reloj. Cuando me disponía a dejarme llevar por un sueño profundo, sentí que abrieron la puerta, subieron las escalas, caminaron hasta la cocina y prendieron la luz; lo supe porque mi habitación da con la cocina. Grité Juan, Juan, pero nadie respondió. Mi cuerpo temblaba, pero no tenía la fortaleza de levantarme para saber qué era, así que esta vez grité Carlos, Carlos, pero tampoco respondieron.
Decidí taparme con la cobija, lo hago siempre que tengo mucho miedo. Sentí que abrieron la puerta de la habitación de mi mamá y me tranquilicé a mi misma pensando que era ella que deseaba ir a el baño. Escuché los pasos pasar por el frente de mi habitación, pero luego se perdieron y nunca supe si mi mamá regresó o no a la habitación.
Mi corazón se aceleraba. Solo me quitaba las cobijas para tomar un poco de aire, siempre he preferido dormir en una habitación totalmente oscura, en la que no puedo ver nada, porque así no tendré la imaginación para crear personajes con las sombras que se reflejan en la habitación.
Me quité la cobija para tomar aire y vi al frente de la ventana, la sombra de un hombre que me miraba, me tapé de nuevo con las cobijas y me dije: Esto es producto de mi imaginación. Recé y me dejé llevar por el sueño que tenía.
Ya estaba en medio de un sueño profundo cuando escuché el timbre de mi casa. Mi corazón volvió a acelerarse, miré el reloj y eran las dos de la mañana, parecía que en mi casa nadie lo había escuchado así que yo preferí ignorarlo. Pero, ¿cómo ignorar ese sonido? Suena otra vez, y otra vez, ese timbre, nuestro timbre. Rogué para que alguien se levantara y mirara quien era ese que se atrevía a tocar en una casa decente a esa hora.
Al cabo de unos minutos escuché los pasos de alguien que se dirigía al balcón. Mi mamá gritó: “Jhon Jairo váyase a dormir”. Jhon Jairo es mi tío borracho, mi tío que no olvida un fin de semana para irse a beber hasta que ya no pueda más, y siempre grita: “Llámeme a Tormenta, que necesito hablar con ella”. Mi mamá, aquel día, como siempre, le respondió: “Ella esta dormida”. Debo aclarar que mi tío cuando está sobrio si acaso me da el saludo. Yo no me atreví a salir, le tengo pánico a los borrachos. Quizás por eso es que en mi vida solo me he emborrachado una vez. Así que lo ignoré, mi mamá lo echó y yo, por fin, pude dormir. Me levanté a las 8:45 de la mañana, todo en mi casa estaba en orden. Desde ese día prefiero el día que la noche, lo que no significa que no adore a la hermosa luna que se posa en mi balcón algunas noches.
Tormenta

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