20 de marzo de 2012

En nuestro aniversario

No soy bipolar, pero sí, en ocasiones las circunstancias hacen que parezca cambiar de personalidad.

Hoy que ya llevamos 12 meses de tener un compromiso oficial y otros tantos de ser amigos en plan de conquista, ya debés conocer mis cambios temperamentales. Yo por mi parte ya conozco los tuyos. Amo al hombre dedicado y tierno y odio al que odia a la mujer cantaletosa. Lo odio. Lo odio como se odia lo amado, con una intensidad loca que siempre termina en un beso, una caricia y una petición de perdón. Lo odio porque odio la tristeza. Lo odio. Lo amo.

Por si acaso, te recuerdo que en un día puedo ser muchas sin dejar de ser la misma. Un segundo puedo ser la mujer romántica que te sorprende con una palabra bonita o un beso juguetón. Al siguiente, logro convertirme en la adolescente que arma mil planes contigo. Al final, paso a ser la loca, histérica y celosa que no se hace querer.

Soy yo quien escribe esta carta y quien decide quién habla en ella. Así que, de manera arbitraria dejaré que hablen las tres mujeres que hay en mí, dejaré que cada una de ellas cuente la historia contigo, que celebren ese tiempo a tu lado.

La romántica: Regresemos a esa tienda perdida, a esa banca abandonada, toma una cerveza que yo tomaré la mía. Regresemos a ese beso que nos condenó a amarnos de por vida, a las historias que contabas y a las que inventé.

Te propongo un trato: te devolveré el beso que robaste y fingí no querer, cuando lo único que anhelaba era perderme en tu boca. Te lo devuelvo, pero con una condición. Te lo devuelvo y luego vos me lo devolvés. Caigamos en el delicioso juego de besarnos eternamente.

La adolescente: Escapémonos de pueblo en pueblo, de ciudad en ciudad, de país en país, de vida en vida. Acampemos cien noches en una montaña lejana, al lado de un río que corra la historia de que allí nos amamos bajo la luna. Renunciemos a todo lo que nos haga daño, perdamos la cabeza por amor. Recuperémosla para besarnos sin fin. Vivamos el uno en el otro.

La histérica: Olvidemos. Dediquémonos a ser lo que queremos ser. Sé que mi pasión es sacarte los dientes y maldecir y maldecir y maldecir, pero te tengo una noticia, no siempre soy así.

No voy a justificarme. Hasta yo me odio por impulsiva. Solo te aclaro que si hay un culpable, ese es el amor que siento por vos. Culpo al amor que me provoca ataques de celos. Culpo al amor por hacerme posesiva. Culpo al amor que lleva a que te haga y me haga daño. Me culpo por perder el control. Me culpo por amarte tanto. Te culpo a vos por amarme tanto.

Todas:

El año contigo ha sido un segundo, una eternidad. Digo un segundo porque aún falta compartir mil años más. Digo una eternidad porque hemos vivido millones de alegrías, de tristezas, de desilusiones, de peleas, de obsesiones, de reconciliaciones, y sobre todo de amores. Sencillamente, este año ha sido vida.

Sombra.




16 de marzo de 2012

Damaged


Me amarías más, es lo que creo.
Apostarías por mí, te la jugarías por mí con los ojos vendados.
No importaría que fuera oscura como la noche. No importaría si no digo gracias; si salgo corriendo y me escapo del lugar que construiste para mí.

Sos vulnerable ante mi llanto. No te resistís a darme oportunidades aunque sea mi naturaleza utilizarlas  para hacer castillos de naipes.

Como una niña que juega al vudú con tu corazón; clavando alfileres por doquier sin percatarse de que hay alguien que cae detrás de ella. Voy cazando mariposas sobre una cuerda floja; pero vos.

Vos que limás el filo de las piedras antes que yo las pise. Vos que desabotonás tu camisa, y la abrís convirtiéndola en vela de barco para impedir que el viento me golpee fuerte; vos que  simplemente te parás frente de mí si acaso los rayos del sol son muy intensos.

¿Por qué vos sos vos? ¿Por qué yo, soy yo?

La gente dice que estoy dañada, y tienen razón. Ignoran mis noches rasgadas. No me suponen acurrucada, con las rodillas cerca del pecho y los ojos bien arrugados: mi apelación a la imaginación para saberme dentro de un cálido vientre.

Todo sería más fácil si vos no fueras vos. Solo así, aunque yo siguiera siendo quien soy no podría herirte; tendría una excusa para perderme del todo sin sentirme culpable. Pero tenías que apostar por mí. ¿Por qué? 


Le Papillon  ¸
Ilustración por Dani Alarcón 

9 de marzo de 2012

Fotogramas


Un paisaje, una mirada, una simple sensación, describir sentimientos como describir el viento: se     siente, se escucha, pero no se demuestra. Miras atrás y te das cuenta que fue un error, el corazón sobrevive y aguanta la desilusión; captar solo un poco de alegría porque no se puede estar simplemente feliz, parecer frustrado para ser alguien, sin perfección porque no existe. Dedicar una canción, dedicar todo un Cd, demostrar cariño, demostrar rabia, pelear, gritar, cantar, escribir sin sentido. Existe la belleza, besar a quien se adora, abrazar la almohada, comer, beber, dormir. Detenerse un poco y observar la lluvia, mirar el espejo. Cae la noche, sentarse en la esquina peligrosa, mirar nuevamente lo que no debes, recordar para sufrir un poco, sorprenderse con el flash, no hablar, no escuchar, no sentir, enamorarse otra vez, sí, del mismo, del otro, del nuevo. Añorar lo distinto, cambiarte de casa, de pueblo, de mundo, pensar en libertad, odiar la política, pensar en negro, en blanco, no vivir la realidad, vivir un minuto, vivir dos meses y recordar. Frustrarse, cansarse, llorar, llorar y llorar, amar la nada, acostumbrarse, mandar cartas, mandar pesadillas, soñar con vos, varios días un solo día, decir mentiras, correr, pedalear, desconectarse, vivir y confundirse.

Izquierda

Foto: Gels.

4 de marzo de 2012

Me gusta la vida

Soy la mujer más torpe que he podido conocer: soy de romper promesas, no recordar calles, dar alaridos, enredar la pita, defenderme a los golpes y decir tibiezas. Soy sobre todo torpe al hablar: empiezo una frase y acabo con un estúpido o un imbécil o un tarúpido en forma de grito. Soy torpe, pero noble. Eso creo. Soy, ante todo, la mujer de las primeras veces más torpes y nobles que haya podido conocer.

Lo último que escuché aquella madrugada fue un reproche: “Sos una mujer insatisfecha”, dijo el tipo resuelto y displicente. Rara combinación. No presté atención. Resuelta volví a mi mundo y displicente evité responder el comentario. Bien dijo San Andresito Caicedo alguna vez: no te sientas llenecita nunca.

Entonces ya van tres etiquetas: Soy la mujer más torpe, pero noble e insatisfecha que haya podido conocer. Con las primeras veces más torpes, pero nobles e insatisfechas. Claro: insatisfechas por lo torpes, pero a fin de cuentas nobles.

El cuento de esta retahíla es el siguiente: me gusta la vida, la caída y el rebote contra el cemento, la tristeza repentina que trae la lluvia y el domingo. Me gusta que todo esté a prueba, que no existan las certezas, que mañana te podás enloquecer con una historia de amor y convengás con la muerte una cita. Me gusta la vida y sus preguntas y esas primeras respuestas que se dan en primeras veces torpes, pero nobles e insatisfechas.

No era más por hoy. Se trataba de agarrar un puchito de vida.


Cerezo en Flor.