Soy la mujer más torpe que he podido conocer: soy de romper promesas, no recordar calles, dar alaridos, enredar la pita, defenderme a los golpes y decir tibiezas. Soy sobre todo torpe al hablar: empiezo una frase y acabo con un estúpido o un imbécil o un tarúpido en forma de grito. Soy torpe, pero noble. Eso creo. Soy, ante todo, la mujer de las primeras veces más torpes y nobles que haya podido conocer.
Lo último que escuché aquella madrugada fue un reproche: “Sos una mujer insatisfecha”, dijo el tipo resuelto y displicente. Rara combinación. No presté atención. Resuelta volví a mi mundo y displicente evité responder el comentario. Bien dijo San Andresito Caicedo alguna vez: no te sientas llenecita nunca.
Entonces ya van tres etiquetas: Soy la mujer más torpe, pero noble e insatisfecha que haya podido conocer. Con las primeras veces más torpes, pero nobles e insatisfechas. Claro: insatisfechas por lo torpes, pero a fin de cuentas nobles.
El cuento de esta retahíla es el siguiente: me gusta la vida, la caída y el rebote contra el cemento, la tristeza repentina que trae la lluvia y el domingo. Me gusta que todo esté a prueba, que no existan las certezas, que mañana te podás enloquecer con una historia de amor y convengás con la muerte una cita. Me gusta la vida y sus preguntas y esas primeras respuestas que se dan en primeras veces torpes, pero nobles e insatisfechas.
Cerezo en Flor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario