La primera vez que me enamoré fue a los dos años. Sí, escasos dos años, se llamaba Jordy y era un pequeño cantante estrella del momento en Brasil. ¿Brasil? Sí, lejos, a esa edad Brasil era la comunidad cosmopolitan que tenía más cerca y de la que aprendía, ya que nací en el lejano sur de Colombia.
Desde ese primer amor me he enamorado de seis estrellas de televisión, de diez o más estrellas de cine, de cientos de músicos y uno que otro modelo. Este promedio en la vida real se dispara y estoy en un récord de ocho amores por día, marca que se duplica o hasta triplica en conciertos o actos de masas.
Sí, esta soy yo, enamorada sin remedio y digámoslo lindo: de corazón trabajador. He conocido el amor creo, he sido mal entendida, me han roto el corazón y me han dicho que no. ¡Uff! De esos sí que los he oído. En fin, eso sucede cuando quieres estar el resto de tu vida con el chico que está en la esquina que nunca habías visto y muy seguramente en tres horas no será sino un amor más, de esos que llamo amores de la vida.
Una vez en un centro comercial sentí amor de verdad: yo subía las escaleras eléctricas con una amiga y él iba del lado contrario con una anciana. Oh, por Dios, alto, de pelo negro, ojos claros. Sí, definitivamente fue el amor de mi vida, jajajajajaja! Pero, bueno, era amor de verdad: no sufrí, no me habló, no habían sentimientos verdaderos. Eso es amor de verdad.
Otro día me volví a enamorar. Él estaba parado en una banca viendo una absurda presentación de unos dizque talentos, era flaco, de pantalones verdes, pelo largo, toda una estampa, hermoso a su modo. Seguro él es de esos que dicen hola nena y se besan con tu amiga, chicos malos de esos que sin querer le gustan a uno. Soy culpable por eso también.
Ahora, para saber de amores verdaderos los mido con mis escritos, me enamoro y escribo hasta más no poder. Si un día simplemente me siento frente al computador y no sale nada, me cansé, ya no te quiero y por eso no vamos más. Un día me pasó eso y ¡sorpresa!: me salió imbécil, sí imbécil, él es un imbécil, pero ya pasó. Otro día volví a ser niña, tres días y ningún beso, al tercer día un beso tembloroso e inexperto. Me enamoré de ese beso, de él seguramente, pero tampoco fue.
Después o más bien antes, porque sí, es un amor de antes… A él todavía le escribo, a veces de noche cuando recuerdo el tequila, los amigos y la piedra, el amor de la piedra, todavía lo quiero mucho y no me he cansado de escribirle. ¿Seguirá? Seguramente. También tengo otro amor o, bueno, yo soy como su amor, jajajaja! Qué raro, pero lo quiero por descarado, es más bien un amigo que no se rinde.
Así sigo haciendo trabajar a este corazón. Me siguen gustando tres, todavía me enamoro por docena, pero no he llegado a tanto como para confesarlo otra vez entre copas. Sigo esperando a uno, sí, tan lindo como ese, que sea músico como el de allá y con unos ojos así como los de él. En fin, antojadita como me dijo un amigo, enamorada sin remedio y romántica hasta los huesos, así es mi amor.
Izquierda ;)
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