Nada más que el silencio.
Mi cuerpo tentado por la llamas.
Él me acariciaba,
y yo me estremecía con su presencia.
Me besaba como si nunca hubiese besado a nadie.
Sus abrazos extinguieron el aire
y los gemidos atacaron el silencio…
Envueltos en las llamas, mi cuerpo y mi alma sucumbieron.
Pero el sueño de repente se rompió
y desde entonces mis noches consisten
en la espera de ese sueño maldito
que se niega a volver.
Tormenta
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