La mariposa abre temblorosamente sus alas; puede ser en la mañana o en la noche, nunca es igual. Sus ojos casi siempre dirigen la mirada al cielo, como para perderse en la promesa de tiempos mejores. Cuando no es así, las alas se cierran, los ojos prefieren mirar al suelo, prefieren callar y hacer de cuenta que el tiempo se detuvo; que nada alrededor sucede…
Ella no sabe a dónde la puedan llevar sus instintos. Solo sabe que siente, que busca reconocerse en cada forma del universo, en los demás ojos que encuentra durante su vuelo. Todo le significa, no es su naturaleza ser indiferente. Su curso está en buscar, buscar y sentir; quizás más de la cuenta…
En ocasiones, la voz del mundo se empeña en cortar sus alas, el miedo trata de limitar su vuelo; pero al final, los llamados de su sangre la impulsan a creer una vez más, a emprender un nuevo vuelo para encontrar aquello que perdió y que es incapaz de definir.
Le Papillon
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