12 de noviembre de 2011

Carta de una fugitiva

Te advertí que yo no era alguien de fiar; que huir era mi mejor habilidad. Ayer te dije que sí, pero hoy ya no es igual. Quise dejarme amar, pero nunca me resultó fácil hacerme a la idea de que alguien estuviese dispuesto a intentarlo…

Quizás te riás ahora mientras leés estas líneas. Quizás te sorprenda mi ego y te preguntés: ¿acaso pensó que era en serio?  Qué sé yo; me cuesta creer que las personas puedan mentirme, sobre todo cuando quiero, pero el engaño no es una ficción y a mí me ha vuelto desconfiada, por eso las dudas. Y bueno, eso ahora qué más da.

En todo caso, te pido perdón si tuve gestos que prometieran algo que no cumplí. Creo que dejamos de entendernos en el momento en que te dije que amaba la contradicción. Para vos era como algo inaceptable, o al menos así lo sentí al observar la expresión de tu rostro, mientras te contaba porqué me identificaba con el salmón y su nado contra la corriente.

Y digo “Creo” porque aún las cosas no están muy claras para mí. Solo quería hacerte saber que esa no fue la primera vez en que salí corriendo cuando alguien quiso entregarme su corazón. Quería que supieras también, que no es fácil ser una fugitiva del amor. El arte del escapismo me ha envuelto en un torbellino de soledades infinitas. Aún me pregunto si es mi naturaleza o es el miedo lo que me impulsa a la huida repentina.

Aún sigo sola, esperando a ese que me desarme con la mirada. A ese que creí haber encontrado un jueves mientras hacía fila para un concierto de Calamaro. Ese dieciséis de octubre, unas cuantas baldosas me separaban de los ojos más hermosos del mundo. Pensarás que estoy loca, pero desde aquel día sueño con ellos.
Por casualidades de este teatro en el que algunos son títeres y otros titiriteros, volví a ver con frecuencia al dueño de aquellos ojos. Entendí, que a pesar de ser una experta para zafarme del compromiso, siempre sería prisionera del silencio.
Hola, ¿cómo estás?
Bien, ¿y vos?
Bien
Y a seguir caminando. Saludos fugaces, encuentros fugaces. Y de vez en cuando, una que otra pregunta irrelevante de mi parte, para ganar ser vista por esos ojos unos segundos de más.

Si soy realmente honesta, no es del todo una historia triste. Si tuviera una cerveza en este instante, no dudaría en levantar mi mano y brindar por mis amigos; por la bendición de su presencia en esos momentos en que por poco, también se escapa mi alma. Además, en casa todo está bien. A excepción de unas cuantas goteras que ha dejado el invierno. Nimiedades ¿verdad? Sé que vos al igual que yo, desearíamos que reparar nuestro pasado fuera tan sencillo como mover un par de tejas.

Ya no sé a quién pertenece esta carta. Quería pedirte disculpas a vos, y terminé hablando de él, que no está y de mí, que a fin de cuentas soy lo que callo.

Condenada a seguir corriendo, deseo tropezarme algún día con alguien dispuesto a reparar los callos que deja la soledad. Cuando el milagro del encuentro suceda, espero no tener miedo de entregar mi corazón; espero no salir corriendo cuando sienta palpitar entre mis manos el regalo que tanto había esperado.

 Le Papillon  ¸

Imagen de “Los amantes del Círculo Polar”

25 de octubre de 2011

Lecciones para una posible periodista

Era la primera vez que leía un libro en una noche: el libro estaba lleno de cuentos hermosos, de cuentos de amor, de tardes con corazón, de junios y saudades. Yo estaba embriagada, no quería parar hasta el final, hasta encontrar a los dos gatos: Fermina y Florentino, hasta descubrir al escritor.

En aquella madrugada declaré mi eterno por amor por el escritor y un año después le comenté a alguien que yo lo leía esperando el aforismo que me hiciera la vida más llevadera. Ahora, tal vez como siempre, lo leo buscando el personaje que me explique la tristeza, que me enseñe a decir adiós, que me muestre el amor. Hay que decir que soy pésima alumna aún.

César Alzate fue el primer escritor que conocí en la vida, de esos que de verdad escribe, con novelas y todo, también periodista y mi profesor en la academia. Una man ahí, simplemente encantador. Encantador. Debo confesar que me enamoré de su escritura leyendo sus estados en Facebook, después de haberme resignado a que no sería mi profesor de Literatura. Y ahí empezó mi historia de siempre aparentes derrotas con el escritor: cuando creí que no sería mi profesor y no sería más que un mito, un rumor bueno que corría entre los otros estudiantes por su materia, apareció para ser mi profesor más adelante de Redacción. Cuando terminó la clase de Redacción y supe que de mí no quedaría nada en su recuerdo le escribí una carta cual enamorada. Pero la historia no podía morir así nomás, yo me negaba a aceptar que él se fuera, que me quedara un simple contacto en Facebook, yo venía extasiada con sus Medellinenses y quise hacerle un perfil. Y le hice un perfil y cuando parecía que ahora sí final de finales volvió a ser mi profesor, esta vez de Periodismo III y de pronto, cuando menos lo imaginé, lo digo porque él me hizo la mujer más feliz del mundo al escribirlo, se convirtió en amigo.

Todo suena confuso. ¿A qué cuento escribo la palabra derrota para referirme a mi relación con el escritor? ¿Por qué este texto se llama Lecciones para una posible periodista, si hasta el momento debería llamarse Historia de un primer amor literario? ¿Por qué mejor no me callo mi historia de groupie?

Pues vea, querido lector, respondo mis propias preguntas: En algún lugar debía consignar el amor por este hombre, por sus letras, por su humor negro. Por ahí debía quedar que en alguna otra vida creo que lo amé y quizás fue un amor imposible. Pero sobre todo deben quedar aquí algunas lecciones que ya todos sabemos, pero que vale la pena recordar, para los que amamos el oficio de escribir y ser periodistas. Porque señores y señoras, por las cuestiones de la vida este escritor me visitó. Visitó esta tierra que cada vez se pone más fría, Abejorral. Por las cuestiones de la vida, puedo decir que este hombre me conoce más de lo que imagino yo pueda llegar a conocerme alguna vez.


Primera lección: Seguridad. La aprendí en el viaje, mientras llovía y el camino se ponía más difícil y cada vez era más noche. Pensé en la frase de Talese: “Con frecuencia, escribir es como conducir un camión por la noche sin luces, perderse en medio de la carretera y pasar una década en una zanja”. Gracias Nata. Yo estaba histérica, yo me imaginaba en un barranco y ahí estaba él, maravillado por los relámpagos que iluminaban el camino, calmando mis nervios, seguro conducía y manejaba las luces y hasta contaba historias. Tranquilo, sin prisa, pero no lento: así me imagino que escribe.

Algún tiempo después cuando le recriminé que fuera exagerado, contundente como siempre me dijo: “No digo nada de lo que no esté seguro”.

Segunda lección: Datos. Hay que decir que Sebastián, el adorable compañero de viaje, también aportó a estas lecciones. En la entrada del pueblo, S. comenzó la lluvia de preguntas: cuántos habitantes, cuánto presupuesto, cuáles son los candidatos, qué clima, para qué esto, para qué lo otro… Y aunque me rajé en el cuestionario, me gustó la siembra de curiosidad que quedó: S. Abejorral tiene 8.000 habitantes en la zona urbana.

Tercera lección: Pregunte. El querido profesor, amigo ya, no soportó mi timidez y me lanzó a la difícil batalla de preguntar. Fue verdugo, no me permitió retroceder, si ya nos habíamos perdido debía encontrar una salida. Es que no puede existir un periodista con miedo a la pregunta, no puede existir un periodista que no quiera saciar su curiosidad, no hay periodista sin curiosidad.

Cuarta lección: Sea humano. En cierto momento lo vi dándole de comer a un perro callejero y  pensé en Fernando Vallejo y recordé a una de mis mejores amigas. Yo nunca he sido muy amiga de los animales. Ni de los niños. Ambas criaturas me merecen mucho respeto y protección y con lo torpe que soy siempre temo hacerles daño. Pero un periodista está en contacto con toda clase de criaturas, con las  fuertes, con las débiles y en el respeto hacia el otro basa su profesionalismo. Lo vi humano y me gustó, me gustó ver a mi escritor alimentando al cachorro sin importar que el hambre solo lo pudiera calmar por unos instantes. A todas estas, la humanidad siempre termina generando desprecio, lo que no hacen los animales.


Fueron dos días de aprender a mirar un pueblo a su lado y al lado de S, de reconocer que me suelo dar por vencida sin empezar la batalla, que hay mucho de este Abejorral que no conozco. Mientras aprendía periodismo a su lado, leí su primera novela. Mientras él leía a Borges o a Youcernar, yo lo leía a él. Al César de hace unos años. Una experiencia rara: leer a un  autor que tenés al lado. Eso sí, si algo debo decir de esta Ciudad de todos los adioses es que siempre lastima ver que el tiempo nos convierte a muchos en lo que nunca quisimos ser.

Coda:

Es hermoso que los niños jueguen en tu barrio y que en el libro los niños jueguen en su barrio. Cuanto diera uno porque los niños siguieran jugando en el barrio y nunca crecieran para toparse con el amor y el trabajo: con el primero el corazón se rompe, con el segundo se acaban los sueños.

Cerezo en flor.

Fotografía: GELS. Una fotografía que una gran amiga hizo, en un principio, para mí.

26 de septiembre de 2011

Así pasó

Al chico misterioso
Y yo que pensaba que lo imposible no podía ser posible. Hablo de esos amores que están ahí, que los miras y te sientes encima de una nube; esos amores que por alguna razón llegan a uno. Y así pasó: un día lo vio sentado en un parque mirando a la nada, o, tal vez, mirándolo todo. Pero no fue una vez, sino dos, tres y muchas más. Sin conocerlo el corazón le latía, las manos le temblaban y otra vez sus ojos brillaban. Entonces entendió que él estaba destinado a ser en la vida de ella uno de esos amores en los que día y noche se piensa en cómo conocerlo. Y nada, nada, pasa. Nada sigue sin suceder. Pero un día, uno de esos donde todo pasa por casualidades de la vida, lo conoces. Intentas entonces hacerte a la idea de que solo es uno de esos amores imposibles que nunca te dará más que la hora. Vos desearías no soñar, pero soñás algo más. Y así, porque la vida es así, ilógica, otro día cualquiera ella termina dándose cuenta de que él siente lo mismo, que a él también le late el corazón y se le iluminan los ojos por ella, que él sueña con tenerla cerca, con besarla. Ahora los dos se miran y sonríen, ahora los dos viajan por la misma nube. Y yo, entre tanto, ya no sé qué pensar de lo imposible, que se vuelve posible.
Tormenta.

7 de septiembre de 2011

A vos

A vos que te hablé de escribir de los dos. ¡Qué digo! De vos. A vos. A mí. A los reprimidos del amor. A vos que estás lejos. A vos que quizá un día pensaste en mí. A vos que cada tanto asaltás mi cabeza. A vos te quiero.
A vos por quien creí ser capaz de dar la vida. A vos que me causaste insomnio. A vos que me convertiste en una loca que persigue, en una histérica, celosa y hasta intensa. A vos a quien amé en silencio y luego no tan en silencio. A vos que debés de quererme por lo menos un poco. A vos no te he olvidado, pero de esto no te preocupés, ya controlo la locura.
A vos que estás conmigo. A vos que te aguantás mi cantaleta, que por cierto, como buena histérica, no es poca. A vos de verdad te amo.
Sombra.

26 de agosto de 2011

¿Qué diría Cortázar de esta recayente?

Lo he escrito ya en tantos papeles, lo he querido, lo he deseado; pero me ha faltado voluntad para hacerlo real…

Cuántos giros te trae esto de vivir, te la pasás brincando en tu rayuelita cada día esperando llegar al Cielo.  A veces te quedás a mitad del camino por una pequeña piedrita, pero como hay otros que están saltando con vos lo olvidás con facilidad –parar o seguir no se traducen en estar mejor o peor–. Cuando jugás solo es diferente; vas de salto en salto y de repente, sos de nuevo un recayente si es que no te han dado las piernas para llegar al Cielo. Entonces, la voz del ego retumba en tu cabeza preguntándose porqué no has podido alcanzarlo, qué te ha faltado, etcétera, etcétera, según las ansias de cada uno por ganar el juego, por llegar a esa casilla privilegiada de la parte superior de la rayuela.

Inevitablemente hoy soy una recayente más; mi esperanza reside en la puesta del sol. En que mañana no me sienta como hoy y entonces deje de ser la que suspira, la muchacha de los ojos de papel si pienso en Spinetta… Y cómo no sentirme recayente cuando mi cielo dejó de ser un cuadrito dibujado con tiza al cambiarlo por unos ojos que no me ven. Cómo ganarme a esos ojos que me han hecho invisible de su mundo, o porqué no mejor decir: ¡basta! y dejar de nombrar a quien ni en sueños me ve.

Ay mi querido Julio… -Sobre estos puntos suspensivos se teje un suspiro-. Qué pensarías vos de la contemplación de una otredad que empieza a ser nociva para quien mira sin ser visto, cómo mirarías a una recayente que no quiere desatar los nudos que ella solita ató…

Mi alma pide a gritos otro salto, un nuevo giro, cambiar ahora mismo el final de esta historia… Sí, ahora mismo tal vez lance un conjuro al viento, tal vez baste con un poco de fe en mí. Para no mendigar amor y desatar nudos, tomaré una tiza de color lila, o tal vez azul, intentaré dibujar otro Cielo mientras imagino a qué sabría un café con vos, el de los cronopios, las famas y las esperanzas. Y si acaso la parte existencialista de mí me pide un porqué, le diré que en Paloma he hallado el más seductor: “Porque vivir es Jugar y yo quiero seguir jugando”. Y que llegue la noche y los párpados me pesen; que  me pierda en un sueño en el que saboree lo dulce de tocar el Cielo, en el que sienta que he ganado algo, o mejor aún, que no he perdido nada.



Le Papillon¸


Foto: MJUG

9 de agosto de 2011

Mi amor

La primera vez que me enamoré fue a los dos años. Sí, escasos dos años, se llamaba Jordy y era un pequeño cantante estrella del momento en Brasil. ¿Brasil? Sí, lejos, a esa edad Brasil era la  comunidad cosmopolitan que tenía más cerca y de la que aprendía, ya que nací en el lejano sur de Colombia.
Desde ese primer amor me he enamorado de seis estrellas de televisión, de diez o más estrellas de cine, de cientos de músicos y uno que otro modelo. Este promedio en la vida real se dispara y estoy en un récord de ocho amores por día, marca que se duplica o hasta triplica en conciertos o actos de masas.
Sí, esta soy yo, enamorada sin remedio y digámoslo lindo: de corazón trabajador. He conocido el amor creo, he sido mal entendida, me han roto el corazón y me han dicho que no. ¡Uff! De esos sí que los he oído.  En fin, eso sucede cuando quieres estar el resto de tu vida con el chico que está en la esquina que nunca habías visto y muy seguramente en tres horas no será sino un amor más, de esos que llamo amores de la vida.
Una vez en un centro comercial sentí amor de verdad: yo subía las escaleras eléctricas con una amiga y él iba del lado contrario con una anciana. Oh, por Dios, alto, de pelo negro, ojos claros. Sí, definitivamente fue el amor de mi vida, jajajajajaja! Pero, bueno, era amor de verdad: no sufrí, no me habló, no habían sentimientos verdaderos. Eso es amor de verdad.
Otro día me volví a enamorar. Él estaba parado en una banca viendo una absurda presentación de unos dizque talentos, era flaco, de pantalones verdes, pelo largo, toda una estampa, hermoso a su modo. Seguro él es de esos que dicen hola nena y se besan con tu amiga, chicos malos de esos que sin querer le gustan a uno. Soy culpable por eso también.
Ahora, para saber de amores verdaderos los mido con mis escritos, me enamoro y escribo hasta más no poder. Si un día simplemente me siento frente al computador y no sale nada, me cansé, ya no te quiero y por eso no vamos más. Un día me pasó eso y ¡sorpresa!: me salió imbécil, sí imbécil, él es un imbécil, pero ya pasó. Otro día volví a ser niña, tres días y ningún beso, al tercer día un beso tembloroso e inexperto. Me enamoré de ese beso, de él seguramente, pero tampoco fue.
Después o más bien antes, porque sí, es un amor de antes… A él todavía le escribo, a veces de noche cuando recuerdo el tequila, los amigos y la piedra, el amor de la piedra, todavía lo quiero mucho y no me he cansado de escribirle. ¿Seguirá? Seguramente. También tengo otro amor o, bueno, yo soy como su amor, jajajaja! Qué raro, pero lo quiero por descarado, es más bien un amigo que no se rinde.
Así sigo haciendo trabajar a este corazón. Me siguen gustando tres, todavía me enamoro por docena, pero no he llegado a tanto como para confesarlo otra vez entre copas. Sigo esperando a uno, sí, tan lindo como ese, que sea músico como el de allá y con unos ojos así como los de él. En fin, antojadita como me dijo un amigo, enamorada sin remedio y romántica hasta los huesos, así es mi amor.
Izquierda ;)

2 de agosto de 2011

Ciudad

A Valentina Álvarez.

Viajar no siempre significa dar un paso hacia el futuro, aterrizar en un lugar que no se conocía, pero se ansiaba visitar. No siempre tomamos una ruta con destino a la locura en la que se hacen cosas que jamás creímos posibles o conocemos a alguien que nos sonríe de manera inquieta y nosotros ya creemos tenerlo a nuestros pies. Esas cosas solo suceden de vez en cuando y de cuando en vez también sucede que el viaje es hacia el pasado, a lugares que en algún momento hicieron parte de nuestras vidas. Hay ocasiones en las que tomamos el camino que conduce a cosas que antes hacíamos y a ver personas que ya conocíamos.

Regresar a Cali es devolverme a mis primeros cuatro años de edad, es recorrer las calles en las que aprendí a montar bicicleta e intenté patinar, es escuchar historias de personas que dicen haberme conocido y de otras a quienes no olvido. En Cali se camina al ritmo de la salsa que se escucha en cada esquina. En Cali se respira el olor del chontaduro, del champús y del cholado. Estar en Cali es estar bajo el inclemente sol que deja mi pobre piel roja y no morena como se supone que debería ser.

Cali es sabrosura, es sentarse en una vieja tienda de esquina a tomase unas cuantas cervezas, lo que el cuerpo resista. Allá se baila hasta el amanecer, o hasta el amanecer, gente como yo ve bailar a los demás. Allá se pasa el día en familia o uno se reencuentra con esa parte de la familia que repentinamente un día se alejó. Sí, esta vez no llegué a casa de mi tía como solía hacer. No, en Cali ya hay gente que tiene un mayor vínculo conmigo, está mi hermana y Valentina mi sobrina. Esta vez, Cali también significó escuchar de nuevo la risa que antes era la encargada de sacarme de mis depresiones. Cali significó asombrarme con las travesuras y mentiras que detesto y al mismo tiempo extraño porque vienen de esa pequeña que es histérica como la tía.

Sombra.

31 de julio de 2011

La revoltura de la locura


Para Birlibirlisk

Por estos tiempos en los que se habla mucho de la locura, he descubierto que para llegar a ella hay que recorrer un largo camino. Para mis hermanos soy loca, para unas cuantas amigas también. La verdad no me ofende. Ojalá estuviera tan loca para desnudar mi rostro, mi cuerpo, mis sensaciones y mis pensamientos al mundo. Soy obsesiva en algunos casos, me gusta organizar mis blusas por colores, mandar miles de correos si no me responden rápidamente, me gusta que las cosas se hagan cuando yo digo. Soy histérica como la mayoría de las mujeres aunque a todas nos duela reconocerlo. No soy obsesiva con la música, no me importa si solo tengo una canción de los Rolling Stonge, cuatro de The doors y diez de Alpha Blondy. Simplemente cuando quiero escuchar alguna lo hago y ya. Igual me pasa con los libros y no sé si sea bueno o malo, pero no tengo un escritor favorito y no me gustaría tener una colección entera de tal escritor: prefiero variar y por eso en mi diminuta biblioteca se encuentran Gabriel García Márquez, John Reed, Mark Twain, Saramago, Umberto Eco, Juan José Botero, Daniel Samper Pizano, Truman Capote y César Alzate. A todos los cuido como si fueran mi alma.

Pero hay algo de lo que sí soy fan, que me mata de pasión y por lo que tal vez dicen que estoy loca: por el teatro, el arte de componer obras dramáticas o representarlas como aparece en una de las definiciones del diccionario de la Real Lengua Española. Ahora, para mí el teatro es más que eso: es un estado en el que mi alma se apodera de mi cuerpo, en el que llego a un momento tal de éxtasis que la sangre corre por mis venas más rápido y mi corazón se acelera. Así que si eso es la locura para ustedes: me declaro loca.

Tormenta



  Huyendo de la crítica de  Pere Borrell de Caso          

28 de julio de 2011

Concesiones de Verano… ๑ღ ¸

No se puede fijar un día en el calendario para ser feliz, pero sí existe la posibilidad de encontrarse contento hasta las vísceras cuando llegan las vacaciones de verano, y junto con ellas las infinitas maneras de vivir y de ser. En especial esto último es lo que más extrañaré ahora que estos días de sol comienzan a desvanecerse…
Y es que aunque no se fue de viaje al exterior, esta mariposa al igual que Elizabeth Gilbert, comió, rezó y amó…
También hizo cosas de las que debe olvidarse durante los cuatro meses en los que asume su papel de estudiante universitaria; “cosas de nada” podrían llamarlas algunos, pero al fin y al cabo, cosas que dejan más aprendizaje que devorarse una biblioteca entera.
Sí, sin duda cuando leemos o vemos una película estamos alimentando simultáneamente al cerebro y el alma, nos identificamos con personajes y situaciones, suspiramos, reímos, lloramos o nos asqueamos al no encontrar algo que nos parezca digno de ser narrado, una realidad distorsionada, un actor plano, qué sé yo. El punto es que cada uno tiene una vida (el dolor y la alegría nos recuerdan que es real) y en esa vida no se puede aprender en cabeza ajena por más que tengamos espejos que quieran enseñarnos cómo debemos caminar. Al final del día será mejor saber que pudimos elegir, decidir, equivocarnos y aprender por nosotros mismos; y que es mejor si esas cosas dignas de ser contadas las experimentamos en nuestra ordinaria pero increíble estadía en la tierra.
Puedo nombrar algunas de esas “cosas de nada” aunque a nadie interesen. Esta mariposa se paró frente al espejo y bailo música alegre del Brasil, abrió en el patio de su casa macadamias que su mamá le trajo de Armenia; un día se sintió triste y comió una considerable cantidad de helado. Dibujó a un gran amigo suyo, un genio de la guitarra. Regaló uno que otro beso a un extraño. Entró a una iglesia sin que se lo haya pedido su madre; le tomó una foto a un pocillo porque le pareció ver un corazón al terminar su café. Fue a un bar de tangos con su padre y sintió que lo quería mucho al verlo y al escucharlo entonar con emoción:
 Verás que todo es mentira,
verás que nada es amor,
que al mundo nada le importa,
yira... yira...”

En los últimos días me tomé la libertad de contradecirme, de reincidir en mis vicios, de levantarme de golpe e intentar cambiar aquello que no me gustaba de mí, en definitiva, de reinventarme. No sé cómo termine la historia de mi vida, si ya voy por la trama o disto bastante del desenlace, pero estas vacaciones se instauró en mi alma un sentimiento bastante agradable; no sabría definirlo, solo sé que ese sentimiento es como una especie de promesa que me permite aceptar que estar aquí es un misterio y me deja con ganas de respirar hasta que el corazón o el titiritero del cielo así lo decidan…
No, no quería que llegara el fin del verano, tener que decirle adiós al cielo estrellado que seguro tendría que ser remplazado por la pantalla de un computador en los días venideros, pero el tic-tac no para de escucharse, y quién sabe, quizás me enamore del viento de agosto y sus cometas, quizás…
                                                                                                  Le Papillon

Foto: MJUG



23 de julio de 2011

ALONE

A Yésica Gómez, “La Loca del Gato”*

Vivo sola. Tengo un colchón, tres cortinas, un armario sin ropa, tres vasos y una jarra. No se asusten: uno sobrevive. También tengo tres cubos de jabón Rey, jabón de cocina para los tres vasos y la jarra, y un extraño líquido que Yésica compró para lavar la trapeadora. Como si algún día fuera a trapear. El colchón, para que mis amigos no se preocupen, tiene sábana y hasta tendido; de almohada estoy utilizando una cobija porque me vine a vivir sola y me traje la funda de la almohada y no la almohada. Eso pasa cuando quien te empaca es tu madre. Pero no se sigan asustando: tengo otra cobija.

La casa tiene cinco cuartos. Uno, el último, ya lo tengo previsto para que cuando mis amigos me visiten, hagamos una pista enjabonada. Los dos primeros están vacíos, en el cuarto de la mitad, a la derecha, duerme esta mujercita que no soporta la compañía y que le teme a la soledad. El otro cuarto, a la izquierda, tiene los tres pantalones y las cinco camisas primeras que saqué de casa. También hay un patio bonito para tomar el sol y ver las estrellas, una cocina y un baño.

Tengo 20 años y vivo sola. Creo que a los cinco soñaba con vivir sola a los 20. Tengo 20 y sueño con volver a los cinco. El caso es que ahora vivo sola. En la casa también hay un balde,  una papelera de baño y aprendí que era un dulce abrigo: un pedazo de tela roja que sirve para limpiar cosas y que Yésica me hizo comprar junto con la docena de ganchos negros para colgar la ropa. El mercado que hay en la alacena consta de una bolsa de Tang, un paquete de galletas que mi madre me envió de casa y un paquete de chucherías.

Tengo un computador e Internet gratis del pueblo sólo si me conecto en la puerta de la casa. Para los que aún piensan que seré millonaria, les cuento que cada mes me sobrarán 30.000 pesos del salario. Treinta mil pesos con los que debo pagar las mil y una deudas que tengo con mis amigos y la literatura: para vos el libro de Darío Jaramillo, para vos el de Ernesto Sabato, Sandro Romero tiene un buen libro apenas para vos, contigo tengo la deuda de Santiago Gamboa, Lovecraft para que te encarretés más, te debo a Fernando Vallejo, algo de poesía para vos y  La Carretera para usted.

En mi cuarto hay una botella de vino. Desde el jueves, la última noche de Yésica aquí, la botella sigue ahí. No la he quitado no por perezosa ni por desordenada. Aunque también esas son razones de mi personalidad. No la quito de la esquina de la habitación para darle un toque bohemio a mi vida y sentirme como algún personaje de alguna novela.

A La Loca del Gato, a quien van dirigidas estas líneas, muchas gracias. De nuevo, muchas gracias amiga. De no ser por ella sólo tendría un colchón. Nada de cortinas, ni comida, ni ropa lavada, ni me hubiera divertido tanto en conversaciones existenciales y con clavos descabezados. Estas notas, de no ser por ella, no tendrían algún dejo de esperanza sobre mi vida en estos seis meses aquí. En Abejorral, Antioquia.

Se trata ahora de comenzar a vivir. Sola. Bienvenida yo a la vida.


Cerezo en flor

*http://lalocadelgato.blogspot.com/

6 de julio de 2011

Hoy quiero escribir de todo

De política para permitirme criticar la incompetencia de nuestros ilustres funcionarios dando clase sobre participación y apoyando su misión denigrando a los que verdaderamente participan.

De música para volver a repetir que el mundo no es nada sin ella, que estoy escuchando como loca el soundtrack de Good Bye Lenin hecho por Yann Tiersen, que la música simplemente podría acompañar buenos o malos días y que hay algo de salsa en mi vida porque soledad ha mandado su carta y quiero conocer las calles sin nombre.

De trabajo porque pude sentir la obligación de las responsabilidades y no me desagradó.

De estudio para recordarme que quiero vacaciones y que hay finales sin final, que ahora es sobrevivir o morir en el intento.

De amor porque no existe y los verdaderos amores solo existen de película, entre gatos y perros o entre leones y ratones.

De cine para decir que lo adoro como nunca. También de fotografía para reafirmar mi orgullo por que existe y puedo ver como pocos.

Hoy quiero hablarle a este papel de todo, de lo que no tiene sentido común de lo que está mal escrito e igual me emociona, de lo que me ha hecho llorar desde el 21 de Febrero, maldita canción.

Hoy solamente quería escribir de todo. Pero aunque quiero decir muchas cosas la mejor es decir que me cago en todo y no quiero escribir, no sé escribir y que solo quiero escribir de amor porque lo siento y ya no existe. Entonces: ¡bah!

Izquierda.

24 de junio de 2011

Mejor La Noche

En la noche quiero correr hasta vos, decirte que te quiero y que el presente es la única verdad que debemos creernos…
En la noche lo puedo todo, lo sueño todo y lo materializo también.
En cambio, en el día callo y espero; aunque quiera hablarte no puedo…
En la noche vivo con pasión, actúo por amor, canto, siento; respiro de verdad…
En el día mi mente se desgasta en mil intentos fallidos por entender la realidad…
En la noche la magia, la música, el vértigo infinito. En el día la despreciable objetividad, el raciocinio, el “deber ser”…
Son las nueve y treinta y ocho y siento que te quiero… Es de noche, claro. Por eso siento que mi enfermedad de pensar solo se aliviará con un beso tuyo.
                                                                                                                                            Le Papillon.

Ilustración de Lisa Falzón

16 de junio de 2011

Mi compadre Luis

Yo fui el primero en saber que a Luis lo querían matar.  Ese domingo, como de costumbre, fui a la galería de Rionegro a  tratar de vender  unos bulticos de papa que había sembrado por allá en mi finquita en Abreo. Entré al negocito de don Pepe y me dijo que era mejor que no me volviera a aparecer por esos lados, que a Carlos no le gustaba la idea de que hubiera gente como mi compadre Luis que estuviera ofreciendo una papa de mejor calidad y a un mejor precio, pues le estaba quitando su clientela. Le dije que si el lío no era conmigo, yo podía seguir camellando y negociando en ese sector. Las cosas no eran tan fáciles, pues era bien sabido que Luis y yo éramos amigos y que por tanto, a mí tampoco me querían.

Desde ese día me convertí en mensajero de peticiones por el lado de mi compadre y de desprecio por el de Carlos, quien un tiempo atrás también fue nuestro amigo. Las ganas de taparse en plata lo llevaron a eso, porque es que los tres nos criamos allá en Abreo, los tres salíamos al pueblo a beber hasta caer de la borrachera y los tres fuimos cómplices de nuestras diabluras. Ahora, quién lo creyera, él quería matar a Luis.

En la noche, tras haber hablado con Carlos regresé a la vereda y fui a buscar a mi compadre. ―Luis, usted tiene que salir de acá porque si lo encuentran lo matan ―le dije. Eso no era un chisme, me lo acababa de decir no solo don Pepe, sino también el propio Carlos, al que encontré sentado con sus amigotes y la botella de aguardiente sobre la mesa. Esa tarde, Carlos me advirtió que si veía a Luis, sencillamente le pegaba dos pepazos en la cabeza.

―Cómo así compadre que me van a matar si yo no he hecho nada.
―Usted se le metió en el negocio y le robó los clientes.
―Pero yo tengo una familia por mantener.
―Yo sé y por eso le digo que se tiene que ir con su mujer y con sus hijos pa’ otro lado.
―Compadre yo no tengo pa’ donde irme. Vaya y dígale a él que yo le subo el precio a mis papas, pero que por amor al cielo, no me mate.
―A usted ya le habían advertido que era mejor que abandonara el negocio, pero Luis usted siguió y ahora su vida corre peligro.
―Por favor, hable con él y dígale que me perdone.
―Luis, él no quiere saber nada de usted y si voy, me matan a mí por sapo.
― Usted no me puede dejar morir, vaya y dígale.

Al otro día, no tuve otra alternativa que ir a rogarle a Carlos por la vida de mi compadre. No conseguí sino incrementar el odio de él. Me dijo que Luis ya era hombre muerto. Efectivamente, esa noche a Luis lo sacaron de su finquita, lo metieron por allá en un potrero y no valió ninguna de las súplicas que imagino, debió lanzar. Cinco tiros le dieron fin a su vida.

Unos campesinos de la región lo encontraron ahí tirado, todo ensangrentado. Debido a que a Luis lo conocían tan bien en la vereda, quienes lo encontraron, supieron que se trataba de él y le avisaron a su familia y por ahí derecho a mí.

Hoy en el cementerio le decimos adiós a mi compadre, mientras ese traidor debe de andar riéndose por las calles, llenándose la boca diciendo que el negocio nuevamente es suyo. Por ahora, aquí solo se escucha el dolor de quienes quisimos a Luis: “Ánimas del purgatorio ¿quién las pudiera aliviar? Que Dios las saque de pena y las lleve a descansar”.

Sombra.

3 de junio de 2011

Arrebato

En el mes de tu cumpleaños
Hay que tener amigos. Sea uno Andrés Caicedo o una estrellita popular, pero siempre tener buenos amigos. Pocos o muchos, cantidad nunca es calidad, lo importante es hacerse a un buen arsenal de ángeles clandestinos que estén dispuestos a jugársela por uno. Sobre todo hay que tener amigos que no nos dejen caer en las terribles manos del olvido, que siempre manden abrazos, que algunas veces digan te quiero y otras te quiero mucho. Hay que tener por quién dar la vida.
Hay que ser celosos. Hay que ser posesivos con los amigos. No querer compartirlos. Claro, el corazón de cada quien es bastante grande, pero ¿por qué no soñar con que te querrán solo a vos? Je, en realidad y hay que aprender: los amigos no son de nadie y lo son todo. Hay que tener amigas: las clásicas compinches que se emborrachan con uno y luego gritan en las afueras de un bar, las que quieren encontrar sin buscar, las que prefieren hacerle de novias de la soledad, las antojaditas que no creen en el amor, las histéricas que han perdido la fe, las que se quitan el pan de la boca y defienden a los animales, las que amanecen un día siendo periodistas y al otro, como debe ser, actrices.
Hay que tener amigos, de esos que son maestros y hermanos. Amigos para apostar y perder en marcadores de partidos de fútbol, amigos que te digan que no hay nada tan malo que no pueda empeorar, amigos con quienes cantar en un inglés perverso cualquier canción. Amigos que te enseñen a leer, a vivir, a darle rienda suelta al destino.
Desde hace un año, 7 de mayo del año 2010, entiendo el reverendo mal que le hace a uno, mujercita puritana al borde de la santificación, tener por mejor amigo a eso: a un amigo, a un hombre. Claro, no están mal las amigas, de hecho tengo cinco hermosas mujeres que me comparten a veces sus alegrías, casi siempre sus penas, pero qué feliz desventura ver desde los ojos de un hombre la vida. A ese tipito que desmontó todas mis certezas van dirigidas estas líneas y por supuesto, a todos mis amigos.
Y para el tipito aquel, en especial, este último párrafo: he decidido no pensar en el olvido, en el tiempo y sus juegos, en las despedidas. No puedo pedir más. Vos estás y yo estoy, siempre estaremos y eso lo sabemos. Así que qué más da si el viento nos arrastra a orillas diferentes: desde el sur siempre pensaré en vos.
Hay que tener amigos.
Cerezo en flor

26 de mayo de 2011

Amar-go

El engaño fue real…
 Difícil de aceptar, difícil de creer que podía venir de alguien que estuvo tan cerca.
La ingenuidad  se vuelve nociva para el corazón, deja de ser una virtud…
Tanto tiempo inmersa en un mar de mentiras…
Ya no se puede confiar…
No está mal que se haya terminado, lo que duele es la forma como sucedió y el montón de días que… No vale la pena. El daño ya está hecho.
Habrá que aferrarse a nuevos hilos de esperanza…
Le papillon

11 de mayo de 2011

Sin noche, sin descanso

Eran las 9:00 de la noche cuando me disponía a dormir. Un silencio recorría mi alma, puse mi cabeza en la almohada y de pronto escuché el tic tac que venía del reloj de la sala. No es común que lo escuche pero aquel día no podía ignorarlo y cada vez se hacía mas fuerte; trataba de dormir pero ese maldito tic tac no me dejaba, era tan molesto que me causaba desesperación.
Después de treinta minutos logré olvidar el reloj. Cuando me disponía a dejarme llevar por un sueño profundo, sentí que abrieron la puerta, subieron las escalas, caminaron hasta la cocina y prendieron la luz; lo supe porque mi habitación da con la cocina. Grité Juan, Juan, pero nadie respondió. Mi cuerpo temblaba, pero no tenía la fortaleza de levantarme para saber qué era, así que esta vez grité Carlos, Carlos, pero tampoco respondieron.
Decidí taparme con la cobija, lo hago siempre que tengo mucho miedo. Sentí que abrieron la puerta de la habitación de mi mamá y me tranquilicé a mi misma pensando que era ella que deseaba ir a el baño. Escuché los pasos pasar por el frente de mi habitación, pero luego se perdieron y nunca supe si mi mamá regresó o no a la habitación.
Mi corazón se aceleraba. Solo me quitaba las cobijas para tomar un poco de aire, siempre he preferido dormir en una habitación totalmente oscura, en la que no puedo ver nada, porque así no tendré la imaginación para crear personajes con las sombras que se reflejan en la habitación.
Me quité la cobija para tomar aire y vi al frente de la ventana, la sombra de un hombre que me miraba, me tapé de nuevo con las cobijas y me dije: Esto es producto de mi imaginación. Recé y me dejé llevar por el sueño que tenía.
Ya estaba en medio de un sueño profundo cuando escuché el timbre de mi casa. Mi corazón volvió a acelerarse, miré el reloj y eran las dos de la mañana, parecía que en mi casa nadie lo había escuchado así que yo preferí ignorarlo. Pero, ¿cómo ignorar ese sonido? Suena otra vez, y otra vez, ese timbre, nuestro timbre. Rogué para que alguien se levantara y mirara quien era ese que se atrevía a tocar en una casa decente a esa hora.
Al cabo de unos minutos escuché los pasos de alguien que se dirigía al balcón. Mi mamá gritó: “Jhon Jairo váyase a dormir”. Jhon Jairo es mi tío borracho, mi tío que no olvida un fin de semana para irse a beber hasta que ya no pueda más, y siempre grita: “Llámeme a Tormenta, que necesito hablar con ella”. Mi mamá, aquel día, como siempre, le respondió: “Ella esta dormida”. Debo aclarar que mi tío cuando está sobrio si acaso me da el saludo. Yo no me atreví a salir, le tengo pánico a los borrachos. Quizás por eso es que en mi vida solo me he emborrachado una vez. Así que lo ignoré, mi mamá lo echó y yo, por fin, pude dormir. Me levanté a las 8:45 de la mañana, todo en mi casa estaba en orden. Desde ese día prefiero el día que la noche, lo que no significa que no adore a la hermosa luna que se posa en mi balcón algunas noches.
Tormenta

2 de mayo de 2011

Y qué decir

Es difícil pensar en todas esas cosas que a uno le suceden en un día y es aún más difícil decidir qué cosas contar. Podría decir que siempre me levanto temprano (es que, cuando se estudia y se trabaja, no hay día en el que uno pueda sentir el placer de dormir hasta un poco más del medio día). Quizá puedo contar que como un rito me lavo los dientes después de cada comida para hacerle caso a las recomendaciones de los odontólogos  o decir que no hay día en que le diga no a la ducha con agua fría, a pesar del miedo que me produce la idea de pensar que es posible que mi cuerpo quede ahí todo congelado y no pueda gritar.
No sé a quién puedan interesarle estas cosas, tal vez los lectores piensen que si me levanto temprano es problema mío. Total, la que tiene que enfrentarse a la dura tarea de madrugar soy yo y también soy la única a la que le afectaría la decisión de no bañarme y la de dejar de lavarme los dientes.
Ahora que lo pienso, esta tarea de escribir sería más fácil si pudiera decir que conocí a un sujeto de la manera más inesperada y que el tipo resultó siendo, en mi criterio y al tiempo exigencias, el más interesante del planeta. Escribir se convertiría en un ejercicio casi mecánico, si tuviera la posibilidad de decir que pude establecer contacto con alguno de mis escritores favoritos y que ese autor accedió, de quién sabe qué manera, a mis textos y se decidió a ayudarme a impulsar mi carrera como escritora. Sin embargo, si hablo de estos asuntos, no estaría haciendo periodismo, se trataría de simple ficción, pues es claro que este tipo de cosas no pasan en una vida cualquiera, o por lo menos, no en la mía. 
Sombra

27 de abril de 2011

Nightmare

Paredes que palpitan; ojos en el techo de mi habitación como jueces que me incriminan. Un programa de radio hecho por algún intelectual a quien no deseo escuchar, y que no sé por qué razón lo oigo…
Ojalá lo único molesto fuera la radio. De nuevo están aquí esas voces que no puedo ignorar.
 ¿Qué es lo que buscan?
 ¿Acaso esperan que en medio de este caos pueda florecer?
Tal vez para estos ojos y estas voces hay bastante belleza en la muerte.
No sé que más, a parte de la marioneta en la que me he convertido, se pueda observar desde allá arriba; pero de seguro en ese lugar hay más magia que aquí abajo.
Siempre un fallido intento, una voluntad quebrantada por una pasión. Cientos de deseos reprimidos que terminan en la enfermedad. Todo para descubrir que estaba mejor ayer.
Apago la radio. Aún en medio del silencio las voces continúan atacándome ¿Qué es lo que buscan aquí? No lo comprendo, si aquí ya no queda nada. Ya ni siquiera juegan conmigo las sombras, ni el viento quiere contarme sus secretos.
Trato de recordar en vano el momento en que este lugar quedó desierto. ¿A dónde habrán ido todos? ¿Por qué me han olvidado? Nunca quise herirlos, pero mis palabras siempre fueron como filos de cuchillas. Además, la verdad no es la verdad, y ellos también me provocaron cientos de veces. Y yo, siempre me contuve cuando realmente quería gritar…
                                                                                                                          Le Papillon

22 de abril de 2011

Me confieso

Pasa algo. Cada año, por esta misma época, me confieso. Sí, entro a un templo chiquitico, me echo la bendición, rezo un Padrenuestro y hago una eterna fila (porque siempre llego tarde) a la espera de mi encuentro con el curita equis. Realmente no me confieso por mí, no es para liberarme de mis patéticas culpas; lo hago por mi santa madre que sólo me pide eso, este favorcito una vez al año, con el fin de decirse a sí misma: no todo está perdido. Y yo le digo: ok, madre, no tengo lío. En todo caso, yo con representantes no hablo y si lo hago es para decirles lo que se les dice a los representantes.
Después de observar el aberrante panorama de la confesión de este año (desolador y deprimente hasta el cansancio) he terminado por analizar que lo que le hace falta a este acto tan íntimo es una copa de vino. Sí, o una cerveza, o unos roncitos, o qué tal unos aguardientes para hablar de lo divino y lo humano con el curita equis. Y nada de hablar de pecados. No, nada de eso, que sea la técnica del desahogo con un alguien cualquiera, con un dulce conocido que ojalá no lleve sotana y que una vez al año sólo escuche.
Es que, para decirlo de una vez, prefiero la confesión con alguna de mis amigas. Prefiero terminar borracha con ellas contándoles que robé un beso o que odio haber nacido por lo menos una vez al mes, que decirle al curita los mismos “pecados” de siempre: soy orgullosa, tengo un genio insoportable, etc. Es verdad, hasta respirar es pecado para los católicos, entonces hagámonos el favorcito de eliminar ese inventico de la culpa, esa palabrita pecado. Ya sabemos, somos mortales, somos imperfectos. Tanto el curita como uno. Confesarse debería ser la oportunidad para contar miedos, frustraciones, alegrías y vaciar el alma de tanta basura.
Así que, Dios mío, más te vale que en el juicio me esperes con una botellita de vino -ojalá dulce porque este paladar mío es nefasto- y espero que no andes con un látigo en la mano como tus representantes de por aquí. El licor afloja la lengua, reduce el tiempo, acerca a los desconocidos, nos hace eruditos. Sí, yo sueño con volver el próximo año y confesarme con un curita borracho que me diga: Hey vos, bebe este roncito, salí a bailar, viví hasta atragantarte, viajá adónde se te pegue la gana y una vez al mes subí a una montaña y rezá el Padrenuestro.
                                                                                                                                                  
Cerezo en flor

20 de abril de 2011

A la espera

Nada más que el silencio.
Mi cuerpo tentado por la llamas.
Él me acariciaba,
y yo me estremecía con su presencia.
Me besaba como si nunca hubiese besado a nadie.
Sus abrazos extinguieron el aire
y los gemidos atacaron el silencio…
Envueltos en las llamas, mi cuerpo y mi alma sucumbieron.
Pero el sueño de repente se rompió
y desde entonces mis noches consisten
en la espera de ese sueño maldito
que se niega a volver.
Tormenta

11 de abril de 2011

Tormenta

Blanco, negro, gris, fucsia, azul: así son…

¿Qué?

Los colores de cada despertar, de cada paso y mirada que doy; emociones que aparecen y desaparecen con facilidad. Un espejo que confunde la realidad con la ficción. Sin miedo a escribir y gritar al mundo lo que quiero decir. Un escenario que se adecua a cada situación. Sueños que empiezan a tornarse realidad.

Sombras, luz, oscuridad…

¿Cuándo?

Hoy sí, mañana quizás…

¿Dónde?

En cualquier lugar.

¿Qué?

Reír, llorar, abrazar, acariciar, besar, callar, bailar, soñar, pensar, escribir, leer, cantar…

¿Por qué?

Porque todos los días me levanto con ganas de hacer algo diferente, de ver al mundo de otra manera. Con ir y venir, con ver y creer. Simplemente por instinto.

¿Cómo?

Creando personajes, escenas, puntos de vista, situaciones. Simplemente despertando sensaciones.

¿Para qué?

Para vivir aún más.

Bien, normal, rara, mal, triste, alegre…
Sucia, limpia, opaca, brillante…
Cordura, locura…
Blanco, negro, gris, fucsia, azul

Calles que niegan su verdad, vidas que destruyen o construyen, ruidos que silencian, rincones iluminados, voces que disparan, silencios que ensordecen.

Todo menos nada.

Tormenta